Amaia deslumbra en su segundo Warm Up

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Amaia volvió a este fin de semana para subirse, por segunda vez en su carrera, al escenario principal del festival Warm Up. Un lugar simbólico en su trayectoria, pues fue precisamente aquí, en 2019, donde estrenó su carrera post-Operación Triunfo. Cinco años después, la artista navarra regresó transformada: segura, creativa y con un repertorio que consolida su lugar como una de las voces más singulares del panorama nacional.

El fue un despliegue de sensibilidad, eclecticismo y solidez artística. Amaia se movió con naturalidad entre diferentes registros musicales y emocionales, con una puesta en escena que dejó claro cuánto ha evolucionado desde sus primeros pasos. La actuación arrancó con melodías luminosas como Magia en y fue creciendo con momentos íntimos y emocionantes como Auxiliar, uno de los temas más desnudos de su repertorio.

Hubo también lugar para sorpresas y revisiones: su versión de Me pongo colorada, el clásico de Papá Levante, logró lo impensable, erizar la piel del público con una reinterpretación que mezcló nostalgia y frescura. La visita al pasado continuó con Quedará en nuestra mente, uno de sus temas más folk, que se sintió como un puente entre la Amaia que soñábamos en 2018 y la que es hoy: una artista con sello propio.

Instrumentalmente, fue un concierto desbordante. Amaia alternó el piano con el arpa, y no faltaron momentos de virtuosismo como C’est la vie y Nanai, donde su técnica se fundió con una interpretación medida y elegante. Uno de los instantes más aclamados de la noche llegó con Despedida, donde un inesperado taconeo flamenco dejó sin aliento a los asistentes y confirmó el riesgo y la creatividad con los que Amaia construye su directo.

El repertorio brilló especialmente con dos de sus nuevas piezas esenciales: M.A.P.S y Tengo un pensamiento, que ya pueden considerarse pilares de su carrera. Con ellas, la artista demostró que ha encontrado una voz artística coherente, emocional y libre de artificios.

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