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Crítica Musical – «Cuando No sé quién Soy»

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Por María Alcaraz para ABC

– ‘Cuando No Sé Quién Soy'

Universal Music

Por María Alcaraz.

Dicen que Amaia (Amaia Romero, 1999) ha entrado en su ‘era Taylor Swift' porque en su segundo álbum, ‘Cuando No Sé Quién Soy' (Universal Music), la pamplonica ha arramblado con todo (y con todos). Lo que pasa con Amaia, superestrella precoz gracias a la exitosísima edición de Operación Triunfo de 2017, que hizo que con solo 18 años robara corazones, recibiera el apodo de ‘Amaia de España' y muy a su pesar tuviera que pisar el escenario de Eurovisión, es lo que pasa con Swift: que son tías muy listas. Así, Amaia, que tiene una de las voces más bellas que se han escuchado en este país, se ha rodeado para este segundo elepé de gente igual de astuta y talentosa que ella.

En su primer disco, el esperadísimo ‘Pero No Pasa Nada' (Universal Music, 2019), consiguió, con la producción de Santiago Motorizado, un sonido dulce y acústico que funciona francamente bien. Aunque hubo quienes acusaron los temas de simples (¿Qué esperaban de una chiquita de 19 años?), el tiempo ha demostrado que la muestra es más que sólida. Ahora, tres años después de cantarle al amor más inocente, llega con un ‘disco de rupturas' producido junto a Alizzz (¿es lista o qué?). La cosa, que Amaia esta vez entona el desamor, pero no desde esa visión de «¡Oh!, socorro, me duele el corazón, me quiero morir», sino más bien de manera más parecida a mirar a los ojos al susodicho y cantarle: «Ahí te quedas, chato».

La autoconsciencia con la que cuenta Amaia es abrumadora. En la canción que abre el disco, ‘', habla sobre esa imposición de gustar a todos sin dejar de ser auténtica. Y es que ya lo dice desde el título del álbum, hay veces que «no sabe quién es» porque una, con 23 años, por lo general no sabe quién es. La mano de Alizzz se nota a lo largo del elepé. Aunque sonoramente toca varios palos, hay elementos que hacen de la muestra un todo. Por ejemplo, si el ‘Motomami' de Rosalía utiliza los tambores emulando disparos para dar cohesión a unas canciones y otras, en este caso son chillidos de desesperación los que se escuchan en más de una ocasión. Aunque explora los sintetizadores y los sonidos más electrónicos, la artista no renuncia a lo acústico en canciones como ‘La Persona' o ‘Yamaguchi'. Establece un nuevo sonido que se desliga de lo anterior y demuestra que Amaia sigue explorando y probando qué cosas le van funcionando. ‘Yo Invito' o la colaboración que se marca con su excompañera de OT, , ‘La canción que no quiero cantarte', son hitazos. Hay otras que, aunque funcionan, como ‘Dilo sin hablar', no terminan de aterrizar del todo.

Sobre las letras, de nuevo Amaia reúne a lo largo del álbum a gente de lo más variopinta. Así, coescribe la colaboración con Aitana con ¡C Tangana!, ‘Bienvenidos al Show' con Rigoberta Bandini o ‘La Persona' con Marcelo Criminal. Aunque es verdad que en alguna canción la narrativa se queda un poco a medias, a lo largo de los temas vislumbra brillantez con algunas frases: «Puedo sonreírte / Y vas a estar pensando / En todos mis dientes / Durante 80 años», en ‘La Vida Imposible'; «No te acostumbres / A que te haga canciones», en ‘Pesimista'; o «¿Sabe tu madre que llorarás todos los días de tu vida?», en ‘La Persona'.

El cierre del disco, con la versión de ‘Santos que yo te pinté', de Los Planetas, y ‘Yamaguchi' es una delicia. La primera es una versión preciosista de la canción que entre los arreglos de Alizzz y la voz de Amaia es imperdible. La segunda es una jota en la que la cantante homenajea a su ciudad y a sus primeros amores y en la que, con esa voz, a uno se le ponen los pelos de punta.

En definitiva, Amaia aprueba ese decisorio segundo álbum de un artista con holgura, dejando algunas canciones más memorables que otras y demostrando, de nuevo, que tiene tanto talento que le rebosa por los lados. Amaia seguirá buscándose a sí misma y nosotros seguiremos escuchándola con tremenda atención.

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